Decidir cuánto le vas a cobrar a un cliente es una de las cosas más difíciles para un autónomo.
Anteriormente ya te había dado algunos consejos para ara ayudarte a poner el precio de tus servicios si eres autónomo: lo primero es que dejes de pensar como un trabajador.
Luego tienes que estudiar muy bien a tus competidores, ten en cuenta que no tienes que sacar los precios precios por hora, no pienses sólo en los gastos (piensa también en cuánto quieres ganar y en el valor que les aportas a tus clientes) y sobre todo, fíjate un objetivo de rentabilidad, no de ingresos.
Y quizás lo que es más importante, no te regales, eres un buen profesional y no deberías trabajar por menos de lo que mereces.
Después de estos consejos, es vital que entiendas que hay muchas diferencias cuando tus clientes son particulares o cuando son empresas o autónomos. Vamos a verlos:
1. Tus clientes son empresas o autónomos
Lo primero que tienes que saber es que la cantidad que le estás cobrando a un cliente, no es la cantidad que estás “ganando”. Un fallo muy habitual en los autónomos novatos, es que se olvidan de que los impuestos que se aplican a las facturas van a distorsionar el precio.
Para cobrar por tus productos o servicios la cantidad correcta, tienes que empezar a pensar en lo que se conoce como la “base imponible”.
Recuerda el primer impuesto del que siempre hablamos, el IVA. Parece que más o menos todos sabemos lo que es el IVA, ese impuesto que todo el mundo paga por el simple hecho de consumir, no sólo productos sino también servicios.
Te pongo un ejemplo: pongamos que eres un autónomo que vende ordenadores y tienes uno en exposición a 1210 € con un 21 % de IVA, es decir 210 €. La base imponible de ese ordenador, que es lo que estamos ganando, son 1.000 €.
Lo ves, tienes que dejar de pensar en lo que cobras y lo que pagas y empezar a prestar atención a las bases imponibles.
Otro ejemplo: Si eres un autónomo que se dedica a hacer webs, una web te supone 10 hora de trabajo y quieres ganar 20 €/hora, al cliente le tendrás que pasar una factura de 200 € más IVA, es decir, 242€ (suponiendo que no te afecten otros impuestos como el IRPF).
Ni se te ocurra pasarle una factura de 165,29 € más IVA, para que lo que te pague sean 200€, si no, estarás perdiendo 34, 71 € en la operación porque como te he dicho antes, ese IVA no es tuyo.
Cuando empiezas a pensar en esos términos a veces te puede invadir una duda, ¿estaré cobrando demasiado a mis clientes por culpa del IVA? La respuesta es clara, no te preocupes por eso, el IVA, esa empresa o autónomo se lo va a deducir así que para ellos no supone ningún gasto.
Los clientes te lo pagarán y luego lo recuperarán cuando rindan cuentas con Hacienda.
Ahora bien, hay veces que hay que añadir también el otro impuesto que hemos comentado, el IRPF. En muchos casos, no sólo tendrás que sumar el IVA a la base imponible, si no que tendrás que añadir la retención del IRPF (como si de una nómina se tratara).
No obstante el IRPF, aunque es primo hermano del IVA, tiene un efecto muy diferente porque en la factura se resta a la base imponible, o sea que dejamos de cobrarlo. Por tanto las reglas del IRPF en nuestras facturas hacen que entre menos dinero en nuestra cuenta, pero sí es nuestro dinero, no como el IVA, que entra, pero no es nuestro.
¿Por qué? Como te decía antes, lo que ocurre con el IRPF es que Hacienda nos obliga a que lo apartemos para cuando nos toque presentar la declaración de la renta anual.
En cierta manera lo que hacemos es que lo restamos de modo que nuestro cliente no nos lo paga, se lo guarda para convertirse en recaudador de Hacienda. Luego, en sus modelos, se lo ingresará a Hacienda en nuestro nombre.
Seguimos con el ejemplo anterior, pero ampliándolo para que entiendas cómo se calcula el IRPF: supongamos para simplificar que ahora nuestra factura de la web de 200 € de base imponible no lleva IVA, solamente le tenemos que restar un 7 % de IRPF por lo que el cliente nos tendría que pagar 186 € (200 € – 14 €).
¿Dónde van esos esos 14 €? Pues ese dinero se lo pagará nuestro cliente directamente a Hacienda (con el modelo 111 por si tienes curiosidad) en vez de pagárnoslos a nosotros. Si te fijas lo que está haciendo es recaudar esos 14 € para la Agencia Tributaria y tú en cierto modo le dirás a Hacienda en la renta que ya has pagado 14 € de impuestos.
2. Tus clientes son particulares
Cuando tus clientes son particulares es todo más fácil, pero aun así se suelen dar malos entendidos. Cuando estás vendiendo directamente a personas y no a empresas o autónomos no tienes que aplicar IRPF, así que el problema viene sólo con el IVA.
En este caso este impuesto sigue sin ser un ingreso para ti, pero para tu cliente sí que supone un gasto, porque ese IVA no se lo puede deducir. El autónomo lo que sigue ganando es la base imponible, así que no tiene que hacer sus número en función de lo “cobrado o pagado”.
Ahora ya entiendes mejor cómo fijar los precios de tus servicios. El siguiente paso sería comprender cómo tienes que aplicar los impuestos a tus facturas.
No obstante, esto no es realmente necesario si usas un software de factura como Declarando. En nuestra plataforma, te indicamos como aplicar el IVA y el IRPF en cada una de tus facturas dependiendo de si tu cliente es una empresa, un particular, un autónomo o una empresa extranjera.
Si saber lo fácil que es, sólo tienes que ver este vídeo en el que te explicamos cómo hacer una factura de venta:
Como hacer una factura de venta con Declarando
Ver: Cómo Hacer Una Factura De Venta Con Declarando